He empezado el año con hambre. No es una metáfora económica sino una realidad gastronómica. Desde que me levanté el día de año nuevo, no hago más que pensar en comida. Cuando pienso en comer bien pienso en grandes ciudades y, de entre ellas, Nueva York sobresale. Este año 2012 arranca para Nueva York con 49 restaurantes con estrella Michelín, de los cuales 6 tienen 3 estrellas y 8 tienen 2. Esto es un guantazo en toda regla a los energúmenos que dicen que en Estados Unidos no se come bien.
Decía Woody Allen de los franceses que no se puede esperar mucho de ellos si tenían que fiarse de un fabricante de neumáticos para escoger donde comer y estoy convencido de que muchos restaurantes en Nueva York no tienen interés alguno en la Guía Michelín. Lo más interesante es que muchos de los restaurantes donde se come de maravilla en Nueva York no tienen estrella alguna, lo que nos da una idea del nivel gestronómico de la ciudad.
Al Pacino en Esencia de Mujer, encarnando al Coronel Frank Slade, dijo que cuando lo conocías suficientemente bien, podías llamar John Daniel’s al Jack Daniel’s y yo creo que cuando conoces Nueva York suficientemente bien, también la puedes apreciar por sus restaurantes. Toda vez que se han superado las visitas habituales a los templos turísticos por antonomasia uno puede planificar un viaje al corazón de Manhattan con la mente puesta en lo gastronómico. Claro que también podría hacerlo pensando en lo cultural en general y en lo musical en particular, pero eso lo vamos a dejar para otro post.
Tengo la suerte de haber vivido muy cerca y he podido disfrutar de Nueva York en infinidad de ocasiones. En Nueva York me ha llovido, nevado y helado. He estado a cuarenta grados y también he experimentado sensaciones térmicas por debajo de los treinta grados bajo cero. Me cerraron las salidas de la ciudad y quedé atrapado durante cuatro días en el 92, cuando un gran Nor’easter sepultó de nieve la costa Este del país. Dicen (y estoy casi de acuerdo) que la mejor época para visitar Nueva York es Navidad, pero la realidad es que la primavera Neoyorkina y del noroeste en general es espectacular por su clima y tranquilidad. Además, si planificas bien, es época de rebajas!
Aunque sólo sea por olfatear de lejos (de momento), he estado visitando (en el mundo virtual) algunos restaurantes a los que les tengo echado el ojo. El Atún Rojo relleno de Foie del River’s Café en Brooklyn me llama poderosamente la atención, tanto como el Pato de Granja Crujiente del Four Seasons, ambos sin estrella Michelín. Si de comer carne se trata, Dios creó el Benjamin’s Steakouse cerca de Grand Central para que los fieles probasen el Porterhouse (1 kg para dos personas madurado por ellos 28 días a temperatura y humedad específicos) y comprendiesen como debe saber la carne «como Dios manda». El Porterhouse, por si no lo has probado, es un corte de ternera o buey que lleva chuletón y solomillo, todo en uno. Ni te cuento como sabe.
Las pastas frescas de nueva creación y los pescados y mariscos crudos loncheados (Crudé) del Marea en Central Park le han valido 2 estrellas Michelín este año, estar en el top 10 de los restaurantes de Nueva York, y a su chef, Michael White, le califican de genio en las revistas de Gourmet, de modo que también me lo apunto.
No me olvido de mis raices Mediterráneas. El chef de origen portugués George Mendes capitanea el restaurante ibérico Aldea, que también consigue una estrella Michelín sin salirse del guión de nuestra comida. Mendes nos demuestra que se puede comer jamón, cochinillo, almejas, gambas, cordero, y un sinfín de manjares al estilo ibérico sin salir de la isla. Han sido muchos los que han abierto restaurantes españoles en Nueva York y algunos han conseguido triunfar, aunque fuese de manera momentánea. Sin embargo, creo que Mendes es el primero en transportar la realidad de nuestra cocina al otro lado del charco. Tendré que probarlo para convencerme…
Y ahora, después de esta visita virtual a los manjares que nos ofrece Nueva York, dime, si te atreves, que no tienes hambre.
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