Presa del Fascismo Empresarial
Presa del Fascismo Empresarial

Leo en Wikipedia que el proyecto político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción, aplicando un nacionalismo fuertemente identitario. Bien, elimine la palabra estatal al principio y sustituya nacionalismo por corporativismo empresarial al final y, si ha trabajado con Google, verá que es una definición que le viene como anillo al dedo al gigante de Internet [y de los móviles].

Google es, de facto, el dueño de Internet. Si no apareces en Google no existes. Antes, tener una buena presencia en las redes sociales como Facebook te garantizaba un buen posicionamiento en Google. Ahora, si quieres estar posicionado, tienes que estar bien presente en Google Plus. Por si no lo sabe, Google Plus es una red social que desarrolló Google cuando Mark Zuckerberg no le quiso vender Facebook. Por tráfico, google.com es el sitio web que recibe más visitas del mundo. El número dos del ranking es facebook.com, pero esto no es lo suficientemente importante para Google como para tenerlo en cuenta de manera significativa al organizar sus resultados de búsqueda. Para Google es mucho más importante que uno esté en Google Plus, incluso si sólo estamos para mejorar los resultados de la búsqueda orgánica en su dichoso portal. Más importante aún es que mucha gente le tenga en círculos, que es la forma no-natural que tiene Google de agrupar a las personas en su red social. Por si se lo está preguntando, sólo el 12% del tráfico que recibe Google pertenece a Google Plus (datos de Alexa en el momento de escribir este artículo).

Google está por encima del bien y del mal y desde luego por encima de la ley en general. En la Comunidad Andaluza, como en la suya sea la que sea, tenemos una serie de normas que a su vez se supeditan a las normas y leyes de nuestro país que, por lo general, suelen estar enmarcadas dentro de las normas y leyes de la Comunidad Europea y digo por lo general porque en materia de doble imposición y otras curiosidades, parece que vamos por libre. Estas normas y leyes regionales, nacionales e internacionales le son de aplicación, en principio, a todo el mundo, pero la experiencia me demuestra que Google está por encima de las normas y las leyes y obra a sus anchas.

El abuso de la posición dominante, la competencia desleal, la imposición de su voluntad, y la obligación de pasar siempre por su aro, o sea, el fascismo que practica a diario, parece no importarle a nadie. A mí me asusta y más aún cuando leo que su sistema operativo Android sigue creciendo en los dispositivos móviles que usamos cada vez más. Ahora el dictador-censurador estará omnipresente además de en su PC, en su teléfono. ¿Sabía usted que Google «lee» sus correos electrónicos de Gmail para crear anuncios acerca de las cosas de las que usted habla en sus correos? Si no me cree, lea la explicación que da Google al respecto aquí. A estos señores le estamos dando acceso a nuestra comunicación personal en el móvil. ¿Qué será lo siguiente? ¿Escuchar nuestras conversaciones para ponernos anuncios de las cosas de las que hablemos?

Con Google no se puede razonar. Incluso cuando te dan la razón, te dicen educadamente que lo entienden pero que les da igual. Te sugieren que si no estás conforme, aunque tengas razón, te busques a otro proveedor. Pero te lo dicen porque en su fascismo son conscientes que los inútiles de los políticos les han dejado convertirse en el único proveedor, el monopolio de Internet. Sólo Facebook parece resistir y, a cierta distancia Yahoo y a mucha distancia Microsoft. Es una paradoja que el ciberespacio, el lugar que parecía estar llamado a permitir nuestra libertad de expresión en su máximo grado de evolución, esté regulado por los gustos y antojos de una sola empresa y por su fascismo digital en el que o eres Ario en lo que a su política respecta o estás muerto [presencialmente hablando, claro].

A Google le importa un pepino o un pimiento, o ambos, si usted quiere vender un producto de curso legal o no. La legislación es secundaria. Lo que le importa es si el producto cumple la política de Google o no. Si usted pierde su valioso tiempo y dinero creando un producto que cumpla con la legalidad, que esté autorizado en España y en la Comunidad Europea, que cumpla todas las normativas habidas y por haber (que no son pocas) y acaba teniendo un producto que vender en Internet, más le vale que no esté en la lista negra de Google, porque entonces no lo va a poder vender.

Esta lista negra -que Google llama «Política de Google» y que está por encima de la ley- tiene una curiosa propiedad física (o quizás metafísica, no se), y es que es moldeable al antojo del departamento de Política de Google. Me explico: cuando alguien pone un anuncio de un producto que supuestamente atenta contra la política de Google, lo importante para decidir si se permite el anuncio o no, nada tiene que ver con la legalidad o legitimidad del producto, sino con quien es el anunciante. Algunos anunciantes si, otros no. O sea, una «política plastilina» que se puede modelar a gusto. En realidad, es una farsa que forma parte del fascismo que utiliza en su negocio. Funciona de este modo: pongo una norma que impide sólo a quien yo decida anunciar su producto.

Si Google quisiese prohibir anuncios de un producto, lo único que tendría que hacer y -que de hecho hace con algunos productos- es vetar la palabra clave. Por eso, cuando usted hace una búsqueda de la palabra «porno» (aunque los dos sabemos que usted jamás ha hecho tal cosa) no aparecen anuncios de Google. Esta es una clara aplicación de su política al respecto de los anuncios vetados.

Sin embargo, si usted busca la palabra «adelgazar», algunos anunciantes aparecen y otros no aparecemos. Llevo dos días con mi cuenta de anunciante inhabilitada para anunciar cualquier producto porque he cometido el grave delito de querer anunciar mi libro en Google. Un momento… no, no es un delito. Ahora que lo pienso es un libro legal, editado legalmente, vendido legalmente, con su deposito legal y su ISBN… Bueno, en realidad he atentado contra la política de Google, que obviamente es mucho más importante que la legislación vigente. Le he pedido a Google durante dos días que me deje anunciar otros productos ya que no me deja anunciar mi libro, pero Google se niega hasta que quite mi libro de la web (o modifique la web para que un libro que se llama «Adelgazar sin Milagros» no incluya la palabra «Adelgazar» ni nada que haga referencia a la pérdida de peso, cosa harto difícil.

Yo, humildemente y para aprender de mis errores y de los aciertos de los demás, he preguntado porqué puede anunciarse Amazon, si ellos también venden mi libro y yo no. Y la respuesta ha sido, a grosso modo, que la política de Google no se aplica a todos por igual, de ahí el descubrimiento de la propiedad [meta]física de la política de Google de convertirse en plastilina al antojo del departamento de «política». Lo cierto es que mi libro cumple escrupulosamente todas las normas (que no son pocas) en lo referente a productos para la pérdida de peso, pero eso da igual. Aparentemente lo que importa es que no cumple la moldeable política de Google y por eso estoy aquí, despachándome a gusto y con un cabreo soberano.

El problema -y Google lo sabe perfectamente- es que la palabra «adelgazar» genera 4,5 millones de búsquedas al mes en nuestro país. Cada búsqueda genera un número no publicado por Google de clicks en los anuncios y estos clicks los cobra Google, y bastante bien por cierto. Son millones de euros mensuales a los que Google no quiere renunciar de manera directa, por eso no limita el uso del término en la creación de anuncios. Para colmo, este negocio de millones de euros que se genera en España no tributa en España, sino en Irlanda y además, está exento de IVA local. Hasta donde yo se, ingreso para el estado español = cero. ¿Y qué hacen nuestros políticos? Siguen estrangulando al cotizante español y mirando a sabiendas de que esto ocurre. ¿casualidad? Ya he dicho muchas veces en el blog que no creo en este tipo de casualidades.

No me quiero extender más en este tema, pero la guinda del pastel ha sido cuando los responsables de mi cuenta de anunciante en Google me han dicho que el problema reside en las presiones que recibe Google por parte del gobierno de este dichoso país para que no permita que se promuevan productos que puedan ayudar en la pérdida de peso y que esta política restrictiva de Google acerca de los productos para perder peso sólo se aplica en España y en México, que copió el modelo Español. Si un día alguien abre fuego indiscriminadamente contra los políticos que nos desgobiernan, no me va a extrañar lo más mínimo. La capacidad que tienen estos tipos de tocarnos las narices, dificultarnos las cosas, burocratizarlo todo y, en general, romper todo lo que tocan es abrumadora.