Cadillac Solitario
El Cadillac Solitario que vimos ayer en Jerez

Hay más ritmo en un disco de Loquillo que en toda la producción anual de música española en estos días. Ayer estuve en Jerez con mi hijo mayor viendo una exibición de coches y motos clásicos y a la vuelta vinimos escuchando el disco doble en directo «A por ellos que son pocos y cobardes» de Jose María Sanz y su banda, más conocidos en aquella época como Loquillo y los Trogloditas. Me gusta que mi hijo escuche pop-rock nacional del que se hacía cuando yo tenía su edad, para que aprenda algo de historia de la música nacional, así que cada vez que puedo le pongo un disco, que trato de que sea grabado en directo.

Veníamos por la autopista, disfrutando de una tarde soleada y hablando de las motos de coleccionistas que habíamos visto, incluyendo algunas de la policía. Esto no es Hawaii, pero el rock suave de fondo invitaba a quitar la capota y pasearse en el atardecer como en un Cadillac solitario, con la suave brisa de Abril golpeando el rostro con ligereza. Teníamos que estar en Dino’s a las diez, así que tampoco podíamos retrasarnos mucho en nuestro viaje, lo que ocurre es que cuando se circula con buena música en una tarde de domingo, incluso si es por las calles de Madrid o en Barcelona ciudad, la sensación que le inunda a uno es la de «siempre libre«, así que no teníamos interés en alguno en acortar nuestro paseo.

Entre tanta canción buena y ese solecito de tarde que pegaba en el coche, veníamos medio extasiados, como se queda una Rock’n Roll Star en una película después de hincharse de Chanel, Cocaina y Dom Perignon, labrándose un camino por la historia de la mala reputación, y claro, nos equivocamos de camino. Al torcer en el cruce equivocado aparecimos cerca de un restaurante repleto de cabezas tractoras, de esos de los que te hacen pensar «yo de mayor quiero un camión» y al dejarlo atrás y entrar de lleno en la campiña gaditana nos dimos cuenta de nuestra soledad en la calzada y de que nos podía robar cualquier banda de piratas que así se lo propusiera.

Escuchar esas canciones me llevó a recapitular sobre mis problemas con las mujeres, sobre los besos robados en las discotecas de pedregalejo y sobre las tardes de crestas y patatas en el rompeolas. Todas las mujeres son distintas. No hay dos iguales. Al menos en mi vida no las ha habido. Con alguna he llegado a pensar «la mataré«, pero siempre han sido, afortunadamente, sensaciones pasajeras. Algunas han sido para darles de comer aparte, incluso Carne para linda. Otras, sin embargo, se han dejado querer, porque todo el mundo ama a Isabel. Yo, afortunadamente, ya no puedo bailar. Pero con estos clásicos, intento iniciar a mi hijo en el Ritmo del Garaje.

Este disco es sólo un recopilación de 24 canciones en directo… ¿o no? A mi cada canción me recuerda algo: una persona, un momento, un lugar… ¿y a tí? Espero que también. Me gustaría ver el disco echando humo en Spotify esta tarde 🙂

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